Me encaminé a la santa morada
Donde tuve la dicha de un monje venerable me diese la bienvenida.
Penetré con hondura en los principios de la razón sublime
E hice trizas las preocupaciones terrenas.
El religioso y yo nos unimos en un mismo pensamiento;
Agotamos todo lo que la palabra puede expresar y permanecimos en silencio.
Contemplé las flores inmóviles como nosotros;
Escuché a los pájaros suspendidos en el vacío y comprendí la gran verdad.
Sung Chih-Wen