¿ganarse la Vida?

«Hay que acabar con la noción absolutamente engañosa de que todo el mundo tiene que ganarse la vida. Es un hecho hoy que uno de cada diez mil de nosotros puede hacer una innovación tecnológica capaz de sostener a todo el resto. La juventud de hoy tiene toda la razón en reconocer esta tontería de ganarse la vida. Seguimos inventando trabajos debido a esta falsa idea de que todo el mundo tiene que ser empleado en algún tipo de trabajo penoso, porque, según la teoría Malthusiano-Darwinista, él debe justificar su derecho a existir. Así tenemos inspectores de inspectores y personas haciendo instrumentos para inspectores para inspeccionar a los inspectores. El verdadero negocio de la gente debe ser volver a la escuela y pensar en lo que fuera que estaban pensando antes de que alguien se acercara y les dijera que tenían que ganarse la vida»

— Richard Buckminster Fuller (1895 – 1983)


Imagen ilustrativa del mito de Sísifo

conciencia de Amor

El miedo, en su impulsividad por la sobrevivencia,
suele ir describiendo la realidad
etiquetando esto y aquello
con criterios, con juicios de distinción
en favor de la diferenciación que le consigna a la individualidad
el valor de reconocimiento a partir de la comparación con lo demás.

Cuando se adelanta un «tú eres esto» y/o «eso es aquello»
se acusa el sentido de identificación que hace del sujeto ser algo,
distinto a lo denunciado como otro y distinto.

El Amor es integrativo
y puede prescindir de las etiquetas distintivas
en favor del reconocimiento holístico de la individualidad
como Ser integrado a un organismo – otrora llamado sistema –
de mayores dimensiones y que le completa.

La mente va dando palos de ciego,
muchas veces reconociéndo en donde topa
un falaz referente de comprensión,
hasta el extremo del juicio valórico discriminatorio
y auto castrante al separarse e ignorar la totalidad que Es
con el apego que limita el desarrollo de la experiencia de conciencia.

Nuestra Conciencia más plena
nos devolverá la libertad
de pertenecer a la Vida en toda su magnitud y misterio.

Recordamos nuestra Esencia,
su natural y justa correspondencia.

No somos de ningún artificio mundano al que nos hemos acomodado.
– Ser dista de todo parecer –
Y por muy brillante que parezca,
la naturaleza, ahí salvaje y desnuda,
es todo lo que necesita nuestra presencia
para cohabitar con la infinitud de presencias
este gran viaje existencial conducido en el tiempo.

El miedo necesita puntos de apoyo, necesita guías para reconocerse
y está bien por lo que sea necesario,
que al igual que en empinada escalera,
mientras sirvan en subir la cuesta, bienvenidas las barandas,
pero no identificarse tanto, apegarse, que luego te mantengan cuan muletas.

El miedo suele apegarse por su compulsiva identificación.
Yo soy esto, tu eres esto, esto es mío,
… el ilusorio sentido de propiedad, el querer y el amor propio.

El Amor libera y en ello integra con confianza la realidad que le circunda,
la comprende como justa y respeta su participación.
La conciencia de Amor va concediendo tales facultades.
Surgen espejos al rededor, y en donde antes había un otro, ahora hay un otro yo.
Y el Amor se vuelve nuestro y aprendemos del Maestro más cercano,
el amor a sí mismo.

Soy en la vida… mucho menos que la ínfima parte de un suspiro de la divinidad
mas honro cada respirar por la oportunidad sagrada
que nos ha concedido habitar los paisajes del misterio

Juntos Somos Todos
Somos la Totalidad
la común-unidad existencial eterna

Danza en el Salón de los Espejos

En esta experiencia de Vida he aprendido
que la Conciencia es aquella mansión de la que hablaran mis ancestros
y que es Cielo, pues no se le puede tomar ni mostrarle en toda su magnitud,
pues es tan sólo atestiguable desde la percepción Integra de nuestro Ser.

Descubrí en algún momento
que en mi tozudez iba por doquier cerrando las puertas que se me proponían
negándoles con mi ignorante orgullo escéptico
deslegitimando aquello que en mi intelecto no hallaba razón.

Y fue hasta que tan cercado me hallé,
que como medida de sobrevivencia,
y ante lo asombroso que logré ver tras una puerta en especial,
decidí no cerrarla esa vez y,
aunque tampoco rendí crédito ni certeza,
me dejé encantar por sus posibilidades
aunque tan sólo me atreviera a mirar desde el umbral
desde donde me dejé seducir con lo que a mi experiencia era novedad
y que ya no encontraba en donde el mundo suele vestirse de gris.

Y así fue que descubrí una y otra puerta
hacia lo que no tenía credibilidad
en el mundo que modelaba sólo murallas
y olvidaba que en ella también habían las puertas,
o de plano las negaban,
por el mismo cerrojo del temor que alguna vez fue la excusa del orgullo.

Aprendí que pocos y nadie tenía autoridad
para contar de lo que había tras tal o cual portal,
aunque tantos se aventuraran a poner los pestillos de sus prejuicios
y a enseñarles como si fueran la verdad,
sin siquiera dar asomarse más allá de sus habituadas realidades.

Y del umbral alguna vez osé mi paso
y entré en tantas habitaciones como me era posible.
Sin apego, sólo pro el gusto de asombrarme para bien.

Alguna habitación me señaló la medicina natural,
otra la sabiduría ancestral guardada siempre en mí, como en ti.
Pasee por las anecdóticas creaciones de la materia
y vi los falsos grilletes que atan a la humanidad desde fuera.
En algunas fui cantor, en otras dibujante, poeta, hermano, hijo, padre y madre.
En otra revelé las bondades del silencio, de la quietud, de la soledad,
en donde lograba dar siempre un poco más de luz a mi presencia
y atestiguar ser ante todo Espíritu.

Cierto es que cada habitación también es en sí una ilusión
de la que tantas veces nos hacemos dependientes
pues dan seguridad para habitar el abismo sin fin de la experiencia.

Mas en todas supe distinguir una propiedad común,
que si bien las disímiles apariencias,
tenían como propósito permitirme distinguir la Conciencia
al habitarles entre sus espejos.

Vi, en unos más claro que en otros,
el reflejo de la creación
concediéndome el momento, espacio y tiempo,
para participar de la amplitud de la mansión de la existencia, de la Conciencia.

Y se desvanecieron las frecuentes inquietudes, las dudas, los temores.
Luego me recordó el nahual, que no importa tanto el cómo,
que «a veces lo hacemos en pareja, otras en grupo y otras tantas también sólo»
pero que lo realmente valioso mientras estés aquí
es no dejar de hacer tu danza en el Salón de los Espejos.