Visto en El alquimista
Quizá, la visión que tenemos del mundo, no sea tan real, verdadera y definitiva como pensamos.
¿Estamos seguros que todo es como está establecido? ¿Estamos realmente despiertos? ¿Conocemos realmente el mundo que nos rodea? ¿Nos conocemos de verdad a nosotros mismos?
Al primer momento podemos pensar que sí, pero si nos estudiamos un poco, veremos que desde el mismo momento en que nacemos, la familia, la educación, el colegio, la televisión, el sistema, etc., se encargan de darnos una descripción del mundo y de nosotros mismos, que no nos queda más remedio que adoptar como real.
Sin embargo, esa descripción está formada por un conjunto de ideas preconcebidas o conceptos preestablecidos de la realidad, es decir, que en realidad damos por sentado de antemano, que el mundo que nos rodea es de determinada manera, no en base a nuestra propia experiencia y comprensión, sino en función de lo que nos dice la ciencia, la sociedad, los códigos morales, las creencias religiosas, etc.
Eso nos crea unas estructuras o esquemas mentales que serán más o menos rígidos en función de la persona y la influencia de su entorno.
Nos crea lo que podríamos llamar un “programa psicológico”, que nos envuelve y actúa de filtro alterando y condicionando todas las percepciones que podamos tener.
De manera que, ante una misma realidad, dos personas con una “envoltura” distinta, no la percibirán del mismo modo.
Esto hace que no podamos percibir la realidad de las cosas limpiamente. Porque al tener el intelecto lleno de ideas preconcebidas, todo lo que percibimos es automáticamente comparado con ellas, de manera que lo que realmente percibimos al final, es el resultado de esa comparación.
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