En esta experiencia de Vida he aprendido
que la Conciencia es aquella mansión de la que hablaran mis ancestros
y que es Cielo, pues no se le puede tomar ni mostrarle en toda su magnitud,
pues es tan sólo atestiguable desde la percepción Integra de nuestro Ser.
Descubrí en algún momento
que en mi tozudez iba por doquier cerrando las puertas que se me proponían
negándoles con mi ignorante orgullo escéptico
deslegitimando aquello que en mi intelecto no hallaba razón.
Y fue hasta que tan cercado me hallé,
que como medida de sobrevivencia,
y ante lo asombroso que logré ver tras una puerta en especial,
decidí no cerrarla esa vez y,
aunque tampoco rendí crédito ni certeza,
me dejé encantar por sus posibilidades
aunque tan sólo me atreviera a mirar desde el umbral
desde donde me dejé seducir con lo que a mi experiencia era novedad
y que ya no encontraba en donde el mundo suele vestirse de gris.
Y así fue que descubrí una y otra puerta
hacia lo que no tenía credibilidad
en el mundo que modelaba sólo murallas
y olvidaba que en ella también habían las puertas,
o de plano las negaban,
por el mismo cerrojo del temor que alguna vez fue la excusa del orgullo.
Aprendí que pocos y nadie tenía autoridad
para contar de lo que había tras tal o cual portal,
aunque tantos se aventuraran a poner los pestillos de sus prejuicios
y a enseñarles como si fueran la verdad,
sin siquiera dar asomarse más allá de sus habituadas realidades.
Y del umbral alguna vez osé mi paso
y entré en tantas habitaciones como me era posible.
Sin apego, sólo pro el gusto de asombrarme para bien.
Alguna habitación me señaló la medicina natural,
otra la sabiduría ancestral guardada siempre en mí, como en ti.
Pasee por las anecdóticas creaciones de la materia
y vi los falsos grilletes que atan a la humanidad desde fuera.
En algunas fui cantor, en otras dibujante, poeta, hermano, hijo, padre y madre.
En otra revelé las bondades del silencio, de la quietud, de la soledad,
en donde lograba dar siempre un poco más de luz a mi presencia
y atestiguar ser ante todo Espíritu.
Cierto es que cada habitación también es en sí una ilusión
de la que tantas veces nos hacemos dependientes
pues dan seguridad para habitar el abismo sin fin de la experiencia.
Mas en todas supe distinguir una propiedad común,
que si bien las disímiles apariencias,
tenían como propósito permitirme distinguir la Conciencia
al habitarles entre sus espejos.
Vi, en unos más claro que en otros,
el reflejo de la creación
concediéndome el momento, espacio y tiempo,
para participar de la amplitud de la mansión de la existencia, de la Conciencia.
Y se desvanecieron las frecuentes inquietudes, las dudas, los temores.
Luego me recordó el nahual, que no importa tanto el cómo,
que «a veces lo hacemos en pareja, otras en grupo y otras tantas también sólo»
pero que lo realmente valioso mientras estés aquí
es no dejar de hacer tu danza en el Salón de los Espejos.